jueves, 12 de septiembre de 2013

La primera lección por aprender

Suspensiones de pagos, proyectos que se van al garete… Caerse para volver empezar. No hay empresario que no haya tropezado más de una vez antes de saborear las mieles del éxito.
Sabían que Steve Jobs, el todopoderoso fundador de Apple y gurú tecnológico, se sintió un fracasado? Sí, sí, como lo oyen. El padre del Mac, del ipod y del iphone, entre otros inventos, se planteó hasta huir de Silicon Valley (California) cuando lo despidieron de la compañía de la manzana en 1985.
“¿Cómo pueden a uno despedirle de la empresa que ha fundado? Lo que había sido el corazón de mi vida adulta había desaparecido y fue devastador. Era un fracaso público”, se sinceró ante un nutrido grupo de estudiantes de la Universidad de Stanford en 2005. Pero no teman.
Como todos sabemos, Jobs no desapareció de la faz empresarial –es más, Apple le repescó en 1997– y es todo menos un fracasado. Pero su lectura de aquel momento vital es reveladora para cualquier persona, sea emprendedora, ejecutiva o asalariada de turno.
“Al principio no lo vi, pero el despido fue lo mejor que me había pasado en la vida. El peso del éxito fue sustituido por la lucidez de volver a ser un principiante otra vez, menos seguro de las cosas”Todo un cántico a la superación personal.
Eudald Domenech creó su primera empresa –una discoteca – con 18 años; introdujo en España el primer proveedor de acceso a Internet –ISP– al fundar en 1993 Servicom; montó Telepolis, un portal de Internet que vendió a eresMas por una cifra millonaria y, ahora, desde TechFoundries, gestiona diferentes proyectos como la filial de desarrollo de software y servicios para televisión digital InOut TV.
Pero no todo ha ido miel sobre hojuelas y Domenech ha vivido en carne propia que una idea se vaya al garete.
“Yo me he arruinado dos veces, literalmente. La primera, después de mis primeros dos éxitos: la discoteca Master’s y la emisora FM RKM. Me lo había creído tanto, que emprendí un tercer proyecto con la misma ilusión y determinación que los anteriores pero con un exceso de confianza que pagué caro. Tan caro, que no me quedó más remedio que emplearme como director de la emisora Radio Vic. La segunda fue mucho más sonada y tardé mucho más tiempo en recuperarme ya que el tortazo no fue sólo económico, si no que me apalearon de la forma más vil posible”, rememora.
Aquella vez, una operación acordeón de los accionistas de Servicom le dejó “de patitas en la calle de un día para otro, sin un duro y con una deuda muy importante sobre la espalda. Creí que era el final”, prosigue su relato.
Tampoco lo ha tenido fácil Francisco Martínez-Cosentino, conocido como el rey del Silestone, un conglomerado de cuarzo inventado por él que ha conquistado las cocinas y baños de medio mundo. Hoy, su empresa almeriense de mármoles, Cosentino, factura 400 millones de euros anuales y da empleo a 2.300 empleados.
Pero el triunfo no le ha hecho olvidar sus orígenes y las vicisitudes vividas.
“No todo han sido éxitos –se sincera. Me he arruinado tres veces. Pero ruina de que te corten la luz. En 1993, no me cogían ni letras de 12.000 pesetas”.
En 1992 invirtió 1.200 millones de las antiguas pesetas en un conglomerado de mármol que acabó siendo un fiasco. Y a finales de esa misma década tuvo que cerrar sus negocios en Latinoamérica porque no dio con el sistema de distribución adecuado.
Y John Gómez Hall, fundador de Prima, la que fuera una de las mayores inmobiliarias del país en la década de los ochenta, recuerda como si fuera ayer la suspensión de pagos en 1992.
“Empezó una época negra de mi vida. Tuvimos que echar a 35 de los 41 trabajadores que teníamos, la prensa me acosaba y como tenía un porcentaje del capital, perdí mucho dinero”, rememora este hombre que ha acabado desarrollando una carrera de fondo en el sector.
El proceso de suspensión duró cinco años, un tiempo en el que su mayor ocupación fue “gestionar los activos lo mejor posible. Hubiera sido fácil cambiar de aires, pero no lo hice. Al final, nos quedamos con un almacén industrial en Coslada, que daba dinero porque estaba alquilado, y unos terrenos en Meco”.
Poco a poco, y gracias a la confianza que unos socios volvieron a depositar en él, Gómez Hall resucitó Prima: en 1997 hizo una ampliación de capital que fue todo un éxito y en menos de un año, otra.
Extraer lecciones
De suspensiones de pagos también sabe Salvador Mas de Xaxàs: la empresa familiar montada por su padre se fue al traste a mediados de los años ochenta.
“Fue una experiencia que no se la deseo a nadie, pero no me traumatizó. Se trata de sacar conclusiones: no perdí a ningún amigo, de los de verdad, me refiero, y tuve que bajar mi ritmo de vida pero me di cuenta de que no pasaba nada. Para mis hijos fue duro, pero creo que les ha ayudado en su vida”.
La receta de Cosentino para esos momentos de dificultad es “ser honrado y dar la cara, aunque pases mil vergüenzas”. Y, sobre todo, no rendirse, dice recordando sus propias crisis: “Me hubiera metido en la cama y no hubiera salido, pero no podía venirme abajo”. Una línea en la que profundiza Domenech: “Perseverar, perseverar, perseverar. Y para eso hace falta creer en lo que uno hace, dejar espacio al instinto, humildad para cuestionarse lo que piensas, hacer de la innovación una actitud, construir un buen equipo, disponer de un consejo de administración con muchas canas y ser honesto y agradecido. Me molesta que algunos lo reduzcan todo a la suerte”.

Quizá, como enfatiza Steve Jobs, el éxito radique en no perder la fe en los peores momentos y en apasionarse con lo que uno hace“El trabajo ocupa una gran parte de nuestra vida y la única forma de estar satisfechos es hacer aquello que amamos”. Tomen nota.

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